Eduardo Mendoza

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martes, 8 de abril de 2014

Un proyecto memorable


El timbre de nuevo nos retornaba a las aulas. La hora del descanso había finalizado. Todos nos incorporábamos a las aulas puntualmente, disciplinadamente con la rutina que impone el hábito.

Las alumnas subían un peldaño tras otro hasta llegar a la última planta “el palomar”.  La voz  del conserje me detuvo,  retrocedí. Sus dedos sujetaban una  nota de aviso, en la nota figuraba el número de teléfono y el nombre de la persona que había llamado. El conserje me la  entregó religiosamente con  todo el primor como si supiera de antemano que aquel aviso marcaría  un antes y un después  en nuestro hacer cotidiano. Me advirtió que debía ponerme inmediatamente en contacto, pues aguardaban una respuesta.  Subí los peldaños me dirigí “al palomar”, llegaba con retraso. Las alumnas me esperaban  con impaciencia, ellas  ya habían  tomado una decisión, estaban convencidas.

Al  finalizar la clase, mis dedos seleccionaron los números del teléfono uno a uno. Tras escuchar la señal de llamada, una voz  al otro lado de la línea, aguardaba nuestra respuesta.  Le notifiqué nuestra decisión. Participaríamos en un proyecto memorable: “La ruta literaria: Don Quijote en la ciudad de Barcelona”.

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